El amigo del amigo de mi amigo, labraba la viña. La cuidaba con esmero y pasaba en ella larguísimas jornadas de trabajo. Para él su tierra era lo primero y lo último, era su sustento, su gozo cotidiano. Pero la tierra parecía empeñada en no dar fruto.
El dueño de la viña apareció, y el amigo del amigo de mi amigo, que la tenía arrendada, se echó a temblar. Le dijo el propietario:
- Hace varios años que me voy con las manos vacías. Tendrás que arrancar las vides que nada producen y marcharte a tu casa.
- ¡Pero señor, cómo me voy a ir a casa! Éste es mi trabajo y lo hago lo mejor que puedo. Me esmero cada día y todos los días, se lo aseguro. Sólo le pido algo de paciencia. Déjeme un año más y verá rebosar las cepas de racimos generosos. Si así no ocurriese haga con la parcela lo le venga en gana. Yo marcharé a mi casa voluntario y me buscaré la vida en otras tierras.
- Ya he tenido demasiada paciencia.
- Un poco más, señor, no se arrepentirá.
- De acuerdo. Pero es su última oportunidad.
- Gracias. Es usted un hombre justo. La próxima cosecha será abundante.
- Así lo espero.
El arrendatario vio como se alejaba el dueño en aquella tarde de septiembre bajo el sol rojizo del atardecer. Desde ese mismo instante el amigo del amigo de mi amigo cuidó con más esmero si cabe la viña.
Los meses fueron pasando uno tras otro. Él no escatimó ni en medios ni en esfuerzos. Las lluvias fueron regulares, las temperaturas suaves, cavó, abonó, fertilizó la viña. Y para tranquilidad y dicha suya observó que las vides se estaban cargando de mucho fruto. ¡Por fin la tierra daría una cosecha como en sus mejores tiempos!

Poco antes de que llegase el dueño para la recolección anual vio aparecer unos legados regios en magníficos corceles. Aquello le dio muy mala espina. Un soldado le mostró un documento al amigo del amigo de mi amigo, por el que aquella parcela, junto a las colindantes, era expropiada “ipso facto” y el terreno recalificado por orden gubernamental para la construcción de un nuevo y grandioso mercado. Era la voluntad de Herodes el Grande, el cual hacía y deshacía a su antojo en su reino sin importarle lo más mínimo la suerte de sus súbditos.
El amigo del amigo de mi amigo bajó sombría la cabeza, su rostro se entristeció sobremanera, masculló inútiles unas palabras de protesta, pero bien sabía él que nada podía hacer, la suerte estaba echada.
Aun así no quiso resignarse a su desgracia y emprendió un largo camino en busca de su señor, propietario legítimo y dueño de la viña. Confiaba en que éste pudiese hacer “in extremis” algo por remediar lo que parecía irremediable.
El amigo del amigo de mi amigo contó e informó con detalle al dueño todo lo ocurrido. Su señor no daba crédito a lo que escuchaba. Quedó profundamente conmovido. Tanto se indignó por lo relatado que montó en cólera, se personó en el palacio de Maqueronte y denunció tamaña corrupción e injusticia ante las narices del mismísimo rey. Su reacción fue enérgica, legítima. Defendió los derechos de su parcela con palabras llenas de aplomo y elocuencia.
Pero de poco o nada sirvió su acalorada protesta. Fue encarcelado de inmediato acusado por el monarca de alborotador, de desorden público y de incitación a la desobediencia. Al siguiente día su cabeza rodó por los suelos ante la mirada resignada de los que estaban en palacio: familiares, consejeros, esclavos, soldados, amanuenses y personal administrativo.
El amigo del amigo de mi amigo, con su rostro desencajado, con sus manos temblorosas, con la mirada perdida en un horizonte neutro, recogió el cuerpo mutilado y le dio digna sepultura. También recogió el testigo de su señor y se fue por los caminos pregonando a los cuatro vientos, sin miedo alguno en los labios, el mundo justo que él no vio pero que anhelaban sus ojos.
Quien ya lo había perdido todo ahora no tenía nada que perder. El amigo del amigo de mi amigo es también mi amigo, bien podría ser, si os perece, nuestro amigo, ése que llega el 25 de diciembre, al que todos queremos acoger para que las cosas cambien. ¿Por qué no nos preparamos debidamente en estas cuatro semanas? Buen adviento a todos y a todas.
Desde Vélez de Benaudalla, Paco Bautista, sma.
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